Por Sebastián Cabrera
Prioridades son prioridades. “Después seguimos trabajando con la inflación, pero primero que gane Argentina”, dijo hace unos días en una entrevista de televisión la ministra de Trabajo del país vecino, Raquel “Kelly” Olmos. Es más, admitió que combatir la inflación en medio del Mundial de Qatar “no va a hacer la gran diferencia” y sí lo sería “desde el punto de vista anímico” que la selección volviera con la copa.
Aunque luego pidió disculpas, lo de Olmos fue un sincericidio, de esos a los que a veces nos tiene acostumbrados la Argentina. Pero, hay que decirlo, el fútbol –acá y en muchos de los países donde ocupa un lugar relevante en la vida de la gente- suele tapar problemas, suele esconder miserias. Y ni hablar si las cosas marchan bien y la selección avanza hasta llegar a instancias definitorias, como le pasó a Uruguay en el ya lejano 2010 en Sudáfrica. ¿O acaso alguien se olvida lo que fue la tardecita del viernes 2 de julio en Montevideo (y en cualquier ciudad o pueblo del país) después que Sebastián “el Loco” Abreu la picó? Felicidad colectiva a borbotones, aunque los dramas de la gente siguieran su curso. Porque, se sabe, no van a cambiar por una pelota de fútbol.
Por eso, proponemos un juego. Imaginemos por un instante que desde mañana domingo se disputan otras copas del mundo, no solo de fútbol. Imaginemos que los 32 países compiten en distintas áreas de la realidad cotidiana, esas que se vinculan a los problemas del día a día. ¿Cómo están los 32 equipos si medimos los niveles de pobreza? ¿Qué pasa con el partido de la seguridad pública? ¿Quién gana si miramos los sistemas de salud? ¿Qué selección se lleva la copa en economía? ¿Y cuál es el país campeón del mundo en educación?
El País hizo el ejercicio de comparar los datos de Uruguay y los otros 31 países en esas grandes áreas. En base a cinco indicadores concretos: indigencia o pobreza extrema, tasa de homicidios, mortalidad infantil, inflación y pruebas PISA. ¿Qué resultados da? ¿Cómo lo explican los analistas?
Si usted no se aguanta, va un brevísimo adelanto: Uruguay queda a mitad de tabla de las 32 selecciones a nivel de inflación, mortalidad infantil y pobreza, mientras que baja a los últimos lugares en educación y sobre todo en seguridad. Campeón del mundo en ningún caso. Último, tampoco. Pero analicemos cada uno de estos mundiales imaginarios. La pelota está en la mitad de la cancha. Que empiece el partido ya, señor juez.
De los 32 países que participan en el Mundial de Qatar, Uruguay es el país sudamericano con tasa de mortalidad infantil más baja (6,30) y no está tan lejos de Estados Unidos, que tiene 5,4. Es decir, acá mueren 6,3 niños antes de llegar al año de cada 1.000 que nacen vivos, según la última cifra oficial disponible, de 2021.
Uruguay está en el puesto 14 y por encima se encuentran todos los países europeos y de Asia (salvo Irán), además de Australia. El mundial de la mortalidad infantil es liderado por Japón con una tasa de 1,8, seguido por Corea del Sur, España y Portugal. En el otro extremo, los cinco últimos lugares son ocupados por países africanos: Túnez, Marruecos, Senegal, Ghana y Camerún. Uruguay tiene indicadores de mortalidad infantil no tan lejanos a los de países del primer mundo. De los que disputan Qatar 2022, le sigue Costa Rica con 6,7 y Argentina con 7,6.
Se trata de un proceso que fue evolucionando en el país en las últimas décadas, con una tendencia siempre a la baja. Para hacerse una idea, en 1996 la tasa era de 17,5 cada 1.000 nacidos vivos, en 2002 de 13,7, en 2008 de 10,6, en 2013 de 8,9 y en 2019 era 6,8. En 2020 y 2021, en plena pandemia, fueron los dos años con tasa más baja con 6,2 y 6,3 respectivamente, según las cifras oficiales.
Tal como explica a El País el catedrático en Pediatría, Gustavo Giachetto, quien además fue director del Programa de Salud de la Niñez del Ministerio de Salud Pública durante el gobierno de José Mujica, los logros en esta materia “no son de un momento a otro” sino que deben mirarse en procesos largos y las políticas aplicadas exceden a la salud.
Giachetto dice que la tasa de mortalidad infantil es “un indicador muy complejo” porque va ligado al “bienestar de la población en general”. Entre los factores que incidieron en la baja sostenida, está la introducción de terapias de rehidratación oral para la diarrea, la vacunación contra diferentes enfermedades, la mejora en la atención neonatal y en el embarazo, así como el mayor acceso al agua potable y saneamiento.
Pero el pediatra advierte que el indicador global puede ser mentiroso porque no muestra las peculiaridades de cada zona, las enormes asimetrías que hay en el país. Así, no es lo mismo Pocitos que Casavalle, no es lo mismo Punta del Este que Bella Unión. “Las zonas de mayor mortalidad infantil siguen siendo las de mayor pobreza, va ligado a eso”, sintetiza, “la mayoría no se mueren en la zona sureste de la capital”.
En el mundial de la inflación Uruguay está a media tabla, en el puesto 15, pero no necesariamente porque el desempeño en el último año haya sido óptimo, sino porque en 2022 hubo shock inflacionario en todo el globo y con varios países con niveles récord, producto de la guerra en Ucrania, que generó fuertes aumentos de precios en algunos alimentos y en los combustibles, sumado al colapso logístico en China tras el covid.
Así lo explica el economista Nicolás Cichevski, gerente de CPA Ferrere: “En las dos décadas anteriores Uruguay tenía una inflación estable, en torno al 8%, pero de las más altas en términos comparados. Ahora aumentó la inflación en todo el mundo, lo que nos dejó a mitad de tabla. Estamos en el puesto 80 en 190 países, y lo mismo pasa entre los 32 que disputan el mundial”. Esto es circunstancial porque, dice el economista, “una vez que pase el shock inflacionario, la mayoría de los países volverá el próximo año a los niveles previos a la crisis”. Y Uruguay bajará unos cuantos puestos, se supone.
Acá la inflación cayó a 9,05% en octubre y dejó atrás un semestre con tasas de 9,5%. En setiembre la variación interanual había llegado a 9,95%, el mayor nivel en dos años y muy cerca de la barrera psicológica de los dos dígitos.
Suiza y Japón son los dos países con cifra más baja, ambos con 3%. Los sigue de cerca Arabia Saudita con 3,10%. En el otro extremo, el lugar 32 es ocupado en forma más que cómoda por Argentina con 83%. Pierde por goleada.
¿Qué se puede esperar para 2023? El gobierno uruguayo da la lucha para que la inflación baje a niveles más comparables a nivel global, en torno al 4 o 5%. Pero hay malas noticias: dice Cichevski que es improbable que eso se concrete y que en los próximos dos años se ingrese siquiera dentro del rango meta del Banco Central, cuyo techo es 6%. Eso sí, se espera que la inflación ceda y se ubique en torno a 7,5%. “O sea, se mantendría más o menos en los mismos niveles que en las últimas dos décadas”, explica el economista.
La discusión sobre la pobreza ocupó parte de la agenda política durante los últimos dos años, sobre todo por el efecto de la pandemia y por el rol que ocuparon las ollas populares. Se mezcló la política partidaria con los temas sociales. Los datos oficiales más recientes, conocidos a fines de setiembre, indican que el 10,7% de la población estaba por debajo de la línea de pobreza en el primer semestre. Hubo una caída de 0,3 respecto al segundo semestre de 2021 y una suba de 0,5 respecto al primer semestre. Ambas estimaciones están dentro del margen de error, por lo que se mantiene cierta estabilidad, aunque la cifra es notoriamente más alta respecto a 2019 (8,8%).
La indigencia o pobreza extrema es de 0,4%, lo que significa que de cada 1.000 personas cuatro no alcanzaron el ingreso mínimo previsto para cubrir las necesidades alimentarias básicas. En el segundo semestre de 2021 había sido 0,3%, y en el primer semestre 0,2%. Este indicador, el de la pobreza extrema, es el que se tomó para comparar respecto a los otros 31 países que disputan el mundial. Y ahí Uruguay otra vez aparece a mitad de tabla, en el puesto 11. El ranking es liderado por Francia (0,02%), Suiza (0,03%) y Bélgica (0,08%). En el otro extremo, están Ghana, Camerún y Senegal, con 25,29%, 25,66% y 27,50%. No hay datos para Qatar y Arabia Saudita.
El sociólogo Víctor Borrás visualiza a la pobreza como un “umbral”, en función del cual se entiende que las personas que están por debajo “tienen algún tipo de privación en el bienestar”. Pero, admite, “la medición de la pobreza es un tema complejo”. De hecho, a veces varía de país en país, muchos toman distintos parámetros.
Para diseñar esta lista se tomó como referencia la línea de pobreza extrema del Banco Mundial: el porcentaje de la población que vive con menos de 2,15 dólares al día. Este valor se ha ido actualizando con el paso de los años.
Los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por su sigla en inglés) se han convertido en una de las formas más relevantes para medir la educación a nivel mundial y comparar entre los países. Este programa llevado adelante por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se realiza en general cada tres años en base a un examen mundial de las habilidades de estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencias. Los últimos resultados disponibles son de 2018 (en 2022 se realizaron pruebas pero falta bastante para conocer los resultados) y fueron tomados por El País para comparar con los otros 31 países que juegan en Qatar.
Y hay un denominador común con los “otros mundiales”: acá Uruguay también es el mejor sudamericano pero está lejos de la elite. Veamos: en habilidad lectora ocupa el puesto 16 y solo tiene por debajo a Costa Rica, México, Brasil, Qatar, Argentina, Arabia Saudita y Marruecos. También a Ecuador y Senegal, que en realidad participan del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos para el Desarrollo (PISA-D), un proyecto piloto donde participan países en vías de desarrollo. Mientras, Camerún, Ghana, Irán y Túnez no forman parte de la última edición.
En matemáticas Uruguay está en el puesto 19 y en Ciencias en el 15. En ambos casos están debajo los mismos países salvo Qatar, que figura un punto arriba de Uruguay en matemáticas.
En las últimas pruebas PISA Chile es el único país sudamericano que supera a Uruguay en dos de tres categorías (habilidad lectora y ciencias) pero, claro, no clasificó a Qatar. “Habrá ganado en comprensión lectora pero está fuera del mundial”, bromea el argentino Mariano Palamidessi, doctor en educación, quien era director ejecutivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) cuando se realizaron las pruebas de 2018. Por aquellos días renunció a su cargo por diferencias con las autoridades de turno. Hoy desde Buenos Aires, donde es el rector de la Universidad de la Ciudad, dice a El País que el resultado es “hiperesperable” y que prefiere resaltar el medio vaso lleno: entre estas 32 naciones, Uruguay está primero entre todos los países “no centrales”. Y luego se enfoca en Argentina, que aparece en los tres últimos puestos: “Si nosotros quedamos fuera de los primeros 10 países del ranking de selecciones, hay un desastre nacional. Pero estamos por debajo del promedio latinoamericano en comprensión lectora y no pasa nada”, lamenta.
Palamidessi resalta que en Uruguay el sistema educativo “sigue siendo alfabetizador” y que eso sí se perdió en Argentina, donde a su juicio ya no se cumple con el objetivo básico de enseñar a leer y escribir textos relativamente simples. El principal déficit educativo en Uruguay es la baja tasa de egreso en Secundaria, con una deserción preocupante. “Ese es un problema enorme, luego podemos discutir cómo se mide en otros países”, dice el especialista argentino.
“¿Te sorprendió lo que encontraste?”, pregunta desde Mánchester, donde da clases en la universidad, el doctor en criminología Nicolas Trajtenberg. “No debería, aunque capaz te chocó que solo Brasil nos superase en América del Sur, ¿no?”, agrega enseguida. La pregunta y respuesta responde a un dato concreto: entre las 32 selecciones que juegan el mundial de Qatar, Uruguay ocupa el puesto 28 si se compara según la tasa de homicidios. El último dato disponible, de 2021, es que hubo 8,5 casos cada 100.000 habitantes.
Solo tienen peor registro Costa Rica (11,1), Brasil (22,4) y México (28,3). La tasa uruguaya es peor que la de Argentina y Ecuador y que la de todos los países africanos, aunque en estos casos puede haber sensatas dudas sobre la fiabilidad de los registros.
En el otro extremo, Japón tiene la tasa menor (0,25), seguido del local Qatar (0,41) y Suiza (0,54).
Igual que otros especialistas, Trajtenberg explica que el homicidio es la medida que más se usa para comparar entre naciones “porque es la más fiable”, ya que en otros delitos hay mucho subreporte.
Pero aclara que tampoco es una cifra “mágica, transparente, perfecta y divina”, por lo que ejemplifica: “A veces depende si estamos usando cifras policiales o de salud pública y hay países donde muchos homicidios no terminan de ser definidos, actualizados y reconocidos”. Cuenta el caso de un colega de Venezuela que le contó que “era tal el nivel de violencia” que incluso “hacían encuestas preguntando a personas si habían matado a un familiar”, para tener una cifra más adecuada de homicidios.
¿Qué factores influyen acá? Se combina la exclusión social y el deterioro en la periferia, donde hay un “caldo de cultivo” para que grupos semiorganizados puedan operar en el narcotráfico, sumado a que para los jóvenes que nacen y crecen en el borde de la ciudad sea una opción “menos atractiva” estudiar y conseguir un empleo común y silvestre que trabajar para el delito organizado. Eso es “más tentador”, insinúa Trajtenberg, y ahí se precisa mucha mano de obra.