“He tomado la decisión de una operación militar especial”. Con esas palabras, Vladimir Putin lanzó el 24 de febrero de 2022 la invasión de Ucrania, desencadenando el peor conflicto en el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial. El presidente ruso justificó el conflicto alegando “la expansión de la OTAN y su desarrollo militar del territorio de Ucrania”, algo que para Rusia era “inaceptable”. Las tropas rusas atacaron varias regiones del país, incluso Kiev, que amaneció aquel fatídico jueves con el ruido estrepitoso de los bombardeos.

Sin embargo, en el frente de batalla Rusia se ha encontrado con una resistencia que no esperaba. Tampoco se imaginaba el respaldo internacional a Ucrania, que se tradujo tanto en apoyo militar como en severas sanciones que aislaron a Rusia del resto del mundo.

Aún así, las hostilidades no cesan, los refugiados son millones y los muertos, militares y civiles, cientos de miles. En una cruzada por la democracia y la soberanía de los países, Ucrania implora a sus aliados más armas para defenderse y Rusia invoca el miedo a una escalada nuclear. A un año de la guerra, su final todavía es una incógnita.